¡Sorpreeeeeeeesa!
Lo vi. Era demasiado bello. Incluso, una amiga me dijo una vez "cuando lo veas te va a encantar. Es bien lindo". Y ¡sí! Era lindo, es lindo. Tuve mil oportunidades para hablarle, pero nunca lo hice (creo que me intimidaba un poco). De hecho, las únicas dos palabras que llegamos a cruzar alguna vez hicieron que me pusiera roooooja como un tomate y escondiera la cara cada vez que lo veía.
Un día me decidí. Me armé de valor y me dije a mi misma "si tú no lo haces, nadie más lo hará por ti". Esa vez me arreglé para verme lo suficientemente llamativa, casual, sencilla y bella a la vez, supongo que lo logré porque obtuve muy buenos comentarios. Ese día me le acerqué y hablamos, hablamos mucho, hablamos lo necesario y fue más genial aún. Si antes era "demasiado bello", en ese momento pasó a ser "demasiado perfecto".
Pero tuve que cometer el error más grave del mundo, tuve que decirlo porque sino no hubiese sido yo. "Mañana te agrego al facebook" y ¡sorpresa! ¿Qué consigo? Unas fotos horrorosas de su época tukki o algo así (nada lindas por cierto), una cantidad industrial de errores ortográficos en los comentarios de dichas fotos y el espacio de "en una relación con" llenísimo.
En ese momento me pasó como cuando estaba escuchando un cassette en el walkman y se le acababan las pilas. Esa es la mejor descripción de mí. Ahora, distancia, categoría, adiós al "demasiado perfecto" y hola al "demasiado normal". ¡Buh!
Finalmente, la lección, muy bien aprendida... Apenas vuelva a conocer a alguien, sin esperar, lo primero que voy a hacer es agregarlo al facebook... No quiero más sorpresitas, no.
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